Nota: Artículo original publicado en Sintetia.
Desde hace algunos años, todas las miradas de los economistas en el mundo observan con interés la evolución de la economía en China. Cada nuevo dato publicado proporciona argumentos a una gran mayoría que esperan un “aterrizaje forzoso” o, en inglés, “hard landing”, de su economía en un futuro cercano. Sin embargo, existen todavía algunos grupos que no piensan que eso vaya a suceder o, al menos, de la manera catastrofista que varios analistas esperan.
Después de tres años residiendo en Shanghai, todavía me sorprendo con temas culturales, noticias… prácticamente cada semana. En esta ocasión, intento ser optimista y también pienso que quizá haya alguna sorpresa positiva que haga que no llegue la tan temida crisis.
No es necesario resaltar las consecuencias que tendría una fuerte desaceleración en el gigante asiático y el impacto sobre otros países y sectores muy dependientes del crecimiento chino. Si bien China es el primer exportador mundial, también es el segundo país que más importa, habiendo tenido un crecimiento espectacular en los últimos años en la demanda de materias primas. En cualquier caso, no se espera que las exportaciones netas contribuyan de una manera significativa al crecimiento del PIB en los próximos años.
El consumo interno continuará siendo bastante elevado y el gobierno puede implementar medidas, y tiene margen para hacerlo, con el fin de estimular más la demanda de los hogares. Hay que recordar que la tasa de ahorro es todavía muy elevada. Aunque Shanghai quizá no es una ciudad representativa de lo que sucede en el resto del país, impresiona ver la fortaleza del consumo, sobre todo por parte de la población relativamente más joven.
Por ejemplo, las ventas de automóviles todavía crecen a buen ritmo, aún cuando el gobierno limita el número y pone a subasta las matrículas, que actualmente se pagan a unos 60.000 yuanes, aproximadamente 7.600 euros. Cabe destacar que se estima que algunos cientos de millones de personas se incorporen a la clase media en los próximos años, demandando muchos productos y servicios que obviamente ahora no pueden consumir debido a su bajo nivel de renta.
Por otro lado, también hay mucho temor al estallido de una burbuja inmobiliaria, pero de igual forma, el gobierno podría permitir que una mayor parte de la población emigrara de zonas rurales a urbanas, ya que aún controla en parte este tránsito gracias al sistema “hukou”. El año pasado, por primera vez en más de 5000 años de historia, el número de habitantes en las ciudades superó a la población rural. Si bien es cierto que se habla de “ciudades fantasma” y yo personalmente he visitado barrios enteros prácticamente deshabitados, no creo que sean viviendas que vayan a quedarse vacías durante un amplio periodo de tiempo.
A lo largo de estas tres últimas décadas el crecimiento ha sido muy fuerte y constante, a un ritmo del 10% anual en media. En mi opinión, y esto seguramente lo compartirá mucha gente, es prácticamente imposible continuar con esos niveles en los próximos años. Claramente el ritmo se moderará, pero la caída no provocará una crisis. En estos momentos, el gobierno tiene todavía instrumentos para evitar que eso ocurra, como los estímulos que muchos ya esperan antes de que termine el año.
Hay que recordar que en pocos meses habrá un cambio de gobierno, dónde Li Keqiang y Xi Jinping se convertirán en Primer Ministro y Presidente respectivamente, reemplazando a Wen Jiabao y Hu Jintao. Aunque no se puede descartar que finalmente llegue una crisis económica, lo que está claro es que el nuevo gobierno no quiere comenzar su andadura con mal pie, por lo que quizá el paquete de medidas sea más importante del que esperan muchos analistas.
Otro punto a tener en cuenta es que para la gran mayoría de las empresas extranjeras resulta todavía bastante complicada la entrada en el mercado y la adaptación a la cultura, de manera que todavía existe una parte importante de desconocimiento del tejido empresarial y económico. De hecho, conozco personalmente algún ejemplo cercano de multinacional española que no abrió su negocio después de más de un año de negociaciones.
Pero las empresas chinas continúan su expansión en el mundo contribuyendo asimismo al desarrollo económico en muchas regiones, como en África. Sin duda alguna, hay proyectos que han llevado a cabo más que criticables, pero por lo general cumplen su objetivo y obtienen buenas rentabilidades, en algunos casos con pagos en forma de materias primas. El gobierno controla muchas de estas compañías, por lo que son capaces de movilizar grandes cantidades de recursos. Por un lado, es una importante fuente de ingresos y, por otro, les permite conocer cada vez más el mercado exterior, favoreciendo el crecimiento mundial.
La economía china tiene sus peculiaridades y, como comentaba al principio, no descartaría que de una forma u otra, también esta vez puedan salir de lo que muchos ya ven como una crisis inminente. De lo contrario, por desgracia, es más que probable que algunos países sufran graves consecuencias que les hagan entrar incluso en recesión.